En los últimos días, Argentina recibió un respaldo explícito de Estados Unidos a la gestión del presidente Javier Milei, con el apoyo del secretario del Tesoro, Scott Bessent, y del ex presidente Donald Trump. Este acompañamiento llega en un contexto de elevada fragilidad financiera, donde el país enfrenta vencimientos de deuda por casi USD 9.500 millones entre enero y julio de 2026, sin acceso a financiamiento en los mercados internacionales.
La estrategia del ministro de Economía, Luis Caputo, se apoya en un préstamo extraordinario de EE.UU., que podría instrumentarse mediante escrow accounts, el Fondo de Estabilización Cambiaria o el uso de Derechos Especiales de Giro del FMI, con destino exclusivo al pago de deuda soberana. En paralelo, se negocia un swap de hasta USD 20.000 millones que en la práctica difícilmente supere los USD 10.000 millones y un desembolso confirmado del Banco Mundial por USD 4.000 millones orientado a inversión pública y movilización de capital privado.
Estas señales de apoyo generaron una reacción positiva inmediata en los mercados: los bonos soberanos bajo ley neoyorquina subieron hasta un 20%, las acciones argentinas listadas en Nueva York avanzaron más del 23% y el riesgo país retrocedió más de 350 puntos básicos hasta niveles de 1.100. Sin embargo, los analistas advierten que el alivio es transitorio y no reemplaza las reformas estructurales pendientes en materia fiscal, monetaria y cambiaria.
El desafío inmediato se centra en la sostenibilidad del programa económico: la intervención del Banco Central y el esquema de bandas cambiarias generan dudas sobre su viabilidad de largo plazo. Los próximos comicios legislativos del 26 de octubre serán decisivos para medir el margen político de Milei y su capacidad de avanzar con su agenda de reformas.
En paralelo, Wall Street mostró una corrección moderada tras el rally impulsado por la inteligencia artificial. El S&P 500 y el Nasdaq retrocedieron por toma de ganancias en el sector tecnológico, destacándose las caídas de Nvidia y Oracle. Aun así, la economía estadounidense mantiene su resiliencia: el PIB del segundo trimestre fue revisado al alza (3,8%) y los pedidos de subsidio por desempleo sorprendieron a la baja. Esto reforzó la expectativa de que la Reserva Federal mantenga una postura cautelosa, con el índice PCE de inflación como dato clave en la agenda inmediata.